La profesión farmacéutica está convencida de que el futuro de la Farmacia será más asistencial. Fruto de ello, los Servicios Profesionales Farmacéuticos Asistenciales (SPFA) adquirirán un papel protagonista, aunque para propiciar esto se deben implementar una serie de estrategias que los potencien y garanticen su implementación homogénea tanto en España como en el ámbito internacional.

Según declaraciones de Loreto Sáenz-Benito Suescun, miembro de la Academia de Farmacia del Reino de Aragón, a EG el fomento de estos servicios es esencial dado que, desde la Farmacia, pueden detectar necesidades y trabajar para proponer intervenciones y adaptar servicios a cada contexto. “Basémonos en todo el aprendizaje acumulado durante estos años de desarrollo de nuestro papel asistencial para seguir avanzando, para trabajar con la Administración e introducir elementos que faciliten la integración de estas actividades en nuestra rutina diaria”, enfatiza.

A día de hoy, hay países que remuneran esta actividad como Canadá, Australia o Reino Unido. Sin embargo, otros como España, Alemania, Francia, Dinamarca o Colombia van rezagados. De hecho, estos se encuentran actualmente estudiando su impacto y definiendo el marco teórico y los procedimientos de los servicios.

Jerarquización e impacto clínico

La jerarquización de los servicios también es uno de los requisitos indispensables de cara a planificar tanto su evaluación como implementación, al igual que su diferenciación y caracterización. En este sentido, Sáenz-Benito destaca que servicios de complejidad baja como la información de medicamentos o la mejora de la adherencia requerirán, en principio, un menor cambio en la práctica habitual y, a priori, se puede prever un menor uso de recursos para su implantación. Por el contrario, los programas de gestión de la enfermedad, participación en decisiones terapéuticas y servicios de prescripción complementaria, requieren un mayor esfuerzo. “Necesitan, por ejemplo, cambios en el sistema de comunicación en Atención Primaria, en el sistema de retribución y en los requisitos de acreditación para los farmacéuticos prestadores”, indica.

Entre los SPFA con mayor evidencia de impacto clínico se encuentran algunos como la gestión de la diabetes, ya que mejora del control glucémico (HbA1c) o la intervención educativa en pacientes con asma, debido a que aumenta la adherencia al tratamiento, reduce la severidad de los síntomas y garantiza un mejor control de la enfermedad. Con respecto a los servicios ligados al control de otras enfermedades crónicas como las cardiovasculares y respiratorias, el SIDA o la hiperlipidemia, pueden impactar en la mejora del colesterol total y LDL, la presión arterial, la adherencia o los reingresos. Asimismo, en el caso del de seguimiento farmacoterapéutico, determinados estudios confirman que éste identifica o previene un número determinado de PRM como problemas de adherencia, potenciales interacciones o duplicidades.

“Contamos con una evidencia científica sólida que confirma que determinados servicios farmacéuticos contribuyen a que los tratamientos de enfermedades crónicas muy prevalentes sean más efectivos y seguros. Usemos esta evidencia y apliquémosla en nuestra rutina de trabajo”, reivindica.

Barreras a su implantación

Una de las barreras a la implantación de los SPFA es que la evidencia científica y la práctica clínica cuentan con una brecha considerable entre ambas. Pese a que se destinan recursos económicos y humanos a la evaluación del impacto clínico de las intervenciones, “el resultado final en términos de implantación real de los servicios sigue siendo todavía limitado”, lamenta.

En esta línea, indica que otra de las barreras es que las intervenciones son complejas y multicomponentes. Por ello, incide en la importancia de que se modelicen los pasos del proceso, que se explore en profundidad la viabilidad de la intervención mediante un pilotaje. También insiste en que se evalúe el impacto del servicio y se analice el nivel de adopción del mismo en la práctica clínica monitorizando a los componentes clave de la intervención y los resultados obtenidos a largo plazo. “Es necesario identificar qué indicadores de resultado clínico son sensibles a la intervención”, indica. Además, añade que, en el caso de intervenciones con pacientes diagnosticados de insuficiencia cardiaca o EPOC, “disminuir el número de reingresos hospitalarios puede ser un resultado muy deseado y ser un indicador sensible al cambio”.

Según un estudio elaborado en 2007, con respecto al profesional, algunos de los obstáculos son la falta de formación adecuada, poco orientada a atender las necesidades de los pacientes; el miedo al cambio; la priorización de la actividad empresarial (por encima de la profesional); o la incertidumbre sobre el futuro profesional. En el caso de la Farmacia, destaca como barreras su propia estructura, la ausencia de mensajes claros e inequívocos; la falta de pago por los servicios cognitivos que se ofrecen y su tamaño. En el último caso, cuando son boticas pequeñas, están orientadas fundamentalmente al proceso distributivo y de venta, carecen de zonas de atención personalizada, no disponen de tiempo y cuentan con mucha carga administrativa.

Ausencia de apoyo de la Administración y preparación

En la mencionada investigación también se incide en que el actual sistema de remuneración de la Farmacia no facilita la implantación de los SPFA, hay una falta de liderazgo claro en la organización colegial y una falta de preparación de la Universidad para dar respuesta a la enseñanza de materias clínico-asistenciales que demanda la profesión. Además, reivindican que la Administración sanitaria no apoya el desarrollo de estos servicios, que se necesita que los pacientes reclamen esta actividad y que los médicos no lo consideren como intrusismo profesional.

La miembro de la Academia de Farmacia del Reino de Aragón asegura que, a largo plazo, la falta de efecto del servicio puede ser debida a un fallo de implantación. “Es clave identificar los componentes críticos del servicio y asegurar su adhesión cuando se desarrolle el mismo en la práctica clínica”, sostiene. Además, indica que otra de las dificultades puede estar ligada a una planificación insuficiente en las etapas iniciales.

Promoción de los programas de evaluación

Sin embargo, teniendo en cuenta estas barreras, la profesión se ha formado en competencias clínicas, y de comunicación, a través de programas de formación continua y programas de formación reglada de grado y postgrado en las universidades. Además, se han llevado a cabo iniciativas que incluían la remuneración del farmacéutico y se han promovido numerosos programas de evaluación de servicios, en todo el territorio español, con una importante dedicación por parte de las farmacias comunitarias (Medafar, conSIGUE IndicaPRO, Concilia Medicamentos, Adherencia Med, entre otros).

Asimismo, Sáenz-Benito relata que las universidades han modificado sus currículos, incorporando competencias más clínicas y utilizando metodologías docentes (aprendizaje basado en problemas, prácticas con pacientes simulados y pacientes reales) y de evaluación apropiadas para este tipo de formación (pruebas de evaluación clínica objetiva estructurada). “Gracias a estas estrategias y al esfuerzo conjunto de distintos sectores de la profesión, farmacéuticos. asociaciones colegiales, sociedades científicas, afortunadamente, hoy en día, muchas de estas barreras han sido mitigadas”, garantiza. En esta línea, subraya que “estamos en una situación óptima y disponemos de las herramientas para poder implantar estos servicios en nuestras farmacias”.


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